(Caballo De Troya 09) Caná by J.j Benitez

(Caballo De Troya 09) Caná by J.j Benitez

autor:J.j Benitez
La lengua: es
Format: mobi
Tags: prose_contemporary
ISBN: 9788408108122
editor: Planeta
publicado: 2012-01-27T01:40:40.964586+00:00


No me escuchas, Felipe...

El que llegaría a ser intendente del colegio apostólico capto la intencionalidad del rabí, y enmudeció, avergonzado.

—Te decía que mi Padre os guiará... ¡Y de qué forma! No os preocupéis por el dinero, ni por el alojamiento, ni por esas cosas...

Desvió la mirada y me buscó. Entonces, mirándome intensamente, repitió:

—Dejad que mi Padre, y su gente, os guíen...

Mensaje recibido.

Ni los discípulos, ni quien esto escribe, podían imaginar en esos momentos hasta qué punto «serían guiados» en aquella primera aventura en solitario por las orillas del yam... Sí, fue una sorpresa; especialmente para mí...

Jesús pidió entonces que decidieran las poblaciones a las que deseaban dirigirse. No hubo acuerdo. Unos apuntaban al sur y otros al oeste. Fue Andrés, siempre equilibrado, quien estableció el sistema de selección: lo echarían a suertes. Se fue a la cocina y regresó con un puñado de trocitos de cerámica. En ellos había escrito los nombres de una docena de pueblos, todos en el mar de Tiberíades. Y fue mostrándolos. Recuerdo que leí Nahum, Tabja, Ginnosar, Migdal, Hamat, Tariquea, Hipos, Kursi y Betsaida Julias, entre otros. Las ciudades de cierto porte —como Tiberias o la «metrópoli»— fueron excluidas, por expreso deseo del Galileo. Saidan tampoco entró en el sorteo. Todos aceptaron.

Andrés introdujo los oslracones en un saco, y agitó la arcilla. Pedro fue el primero en sacar un ostracón. El rostro se le iluminó. Y cantó, feliz:

—¡Nahum!

La segunda pareja —la de los Zebedeo— debería trasladarse a Kursi, en la orilla oriental del lago, junto al río Samak, a poco más de dos horas de Saidan. Felipe y Bartolomé extrajeron un ostracón en el que se leía «Tariquea», una población que conocía de pasada, ubicada cerca de la segunda desembocadura del Jordán, al sur del yam.

Todos se dieron por satisfechos, especialmente Simón Pedro y Andrés. Creí entender. Nahum se encontraba muy cerca de Saidan. Podían regresar cada noche y dormir con la lamilia. Eso aliviaría la tensión entre Simón Pedro y Perpetua. En cuanto a Felipe, prudentemente, guardó silencio. Nadie sabía cómo reaccionaría Zaku...

Y el Maestro pasó al último punto: la elección de los seis restantes discípulos. Fue igualmente conciso y transparente. Era deseo de su Padre Azul que el grupo que debía acompañarlo estuviese formado por un total de doce hombres. Y recalcó:

—Es la voluntad de Ab-bá...

Cada discípulo tendría que seleccionar a otro compañero. Todos trabajarían en la difusión de la buena nueva.

Felipe preguntó:

—Pero, Maestro, ¿cómo hacemos una cosa así? ¿Bajo qué criterio?

Jesús lo envolvió en una sonrisa, y declaró, al tiempo que me buscaba de nuevo con la mirada:

—¡Sorpresa!...

—¿Sorpresa?

Felipe era muv terrestre, y solicitó una aclaración.

—¡Sorpresa! —insistió el Galileo, acentuando la picara sonrisa.

—Sorpresa —se resignó Felipe—. Sorpresa...

Y quien esto escribe quedó más intrigado, si cabe, que los desconcertados discípulos. ¿A qué se refería? Yo estaba acostumbrado a sus «sorpresas», y me eché las manos a la cabeza...

El Maestro rió, divertido.

Me alegré. Había logrado que la tristeza se alejara durante un momento...

Pero Juan Zebedeo no estaba de acuerdo con la elección de los nuevos



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